Más discos (8)
Sin restricciones, de Miranda!: llega ahora a España (la edición argentina es de 2004) el último disco en estudio de la actual sensación del pop argentino (y sudamericano). Miranda! es un grupo que lleva el melodrama technopop al borde del ridículo, tratando de vivir en lo sublime. Pegadizos de tan obvios (y petardos) que son sus estribillos, sus textos acuden sin reparo a los tópicos del (des)amor adolescente. En sus peores momentos parecen una versión post-adolescente de Pimpinela, aunque reconozco que algunas canciones me han divertido ('hoy', 'el agente') y otras incluso me han llegado ('imán' -de su primer disco-). Eso sí, que nadie quede sin soltar unas risas al ver el vídeo de 'yo te diré'.
Drowning in a sea of love, de Nathan Fake: se esperaba el primer disco del chico mimado del sello Border Comunity como si fuera el santo grial que acabaría uniendo al público de electrónica, a los que añoran a My Bloody Valentine y a todos los indietrónicos que en mundo son. El resultado tiene algo de eso, pero olvidándose un tanto de los primeros y sin ninguna esperanza de llegar a la pista de baile. Más cercano a los franceses M83 que a Orbital o a Seefeel, Nathan Fake ha entregado un disco de belleza digital para sensibilidades pop que llega a emocionar pero también cae en una dispersión que roza por momentos el aburrimiento. Es posible que el miedo a no saber cómo plantear un disco largo (temor que sigue atenazando a los creadores electrónicos) le haya pasado factura.
Everything all the time, de Band of Horses: ¿Otro disco más que combina folk de dormitorio y rock? ¿otra muestra de 'sensibilidad' con toques nocturnos? ¿otro disco cuya música inspira hablar de cartas rotas, el humo de aquel cigarrillo o del dolor que provocan las palabras nunca dichas? Pues sí. Band of Horses entrega una música densa al tiempo que etérea. Son canciones sin prisa a las que apetece acompañar. Un poquito de Red House Painters, un algo de Neil Young, una pizca de My Morning Jacket, del ritmo comatoso (aunque más cálido) de Codeine... más que interesantes.
Fishcale, de Ghostface Killah: si alguien me dice que este disco es de 1995 le creería sin duda alguna. Ghostface Killah, el miembro del Wu-Tan Clang que mejor ha sabido llevar su carrera individual, consigue en su nuevo trabajo reverdecer laureles y traer al recuerdo la edad de oro que supuso para el hip-hop el periodo entre 1989 y 1996. Samples y loops adictivos pero no facilones y una voz que vence y convence. Y sorprende lo sólido del resultado teniendo en cuenta que es su primer trabajo sin la ayuda de RZA. En labores de producción están el recientemente fallecido J Dilla, Pete Rock, MF Doom o Just Blaze. Una prueba más del carácter de su autor. Eso sí, aunque suene de maravilla sigo teniendo la sensación de que es algo que ya he escuchado.
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