Playtime is over, de Wiley
Vuelve el guardían de las esencias. Lejos de los coqueteos pop y hip-hop de otros pioneros del género como Dizzee Rascal o Kano, Wiley se pone seriote y saca un disco de 'grime' de libro: voces furiosas, bases sincopadas sobre fondos sintéticos o falsos arreglos, tono de crónica urbana y mucha suciedad sonora.
Lo malo es que casi todo suena mucho a lo que podría haber hecho hace tres o cuatro años. Da la sensación de que ha intentado remendar los errores de su anterior Treddin' on Thin Ice. Y lo consigue, con un trabajo más compacto y mejor producido. Aunque para darle el notable (alto) hay que olvidarse de la espantosa balada 'come lay with me', una especie de ambientación a lo 4 hero con una voz de acid jazz de tercera que no pega ni con cola con el resto del trabajo, en el que también sorprende lo cerca que está, por momentos, del tono más intimista de The Streets.
Un bastante buen disco que, pese a la querencia por sonar a clásico, pierde enteros ante la 'traición comercial' de Dizzee Rascal. Y todo eso a pesar del punch de temas como 'Eski boy'. Por cierto, una pena que no haya aprovechado el cambio de sello (ahora está en Big Dada) para invitar al gran Roots Manuva.
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