Canción de la semana: My favourite things

En un episodio de la serie Doctor en Alaska Chris lamentaba en su programa de radio la pérdida de uno de sus discos favoritos: "el de la portada azul de Coltrane".

El disco era My favourite things, un precioso trabajo compuesto únicamente por piezas ajenas y en el que destacaba la titular, versión del tema central del musical Sonrisas y lágrimas, de Hammerstein y Rodgers. Se trata de una tonada dulce y ágil que popularizó Julie Andrews en la versión para el cine.

Después de incluirlo en el disco antes mencionado, Coltrane convirtió este tema en un clásico de sus conciertos, una especie de comodín melódico sobre el que realizar distintos experimentos de ritmo, melodía y harmonía. Probablemente a través de estas versiones se pueda analizar la huida hacia delante del saxofonista durante su etapa en el sello Impulse, uno de los grandes tesoros de la historia del jazz.

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Liniers: Qué miedo que dan

Canción de la semana: La valse à mille temps

Uno de los primeros recuerdos musicales que tengo es ir al tocadiscos de mi casa para poner el disco aquel en francés que tenía en la portada una foto algo desenfocada de un señor con el pelo largo y se titulaba Disco de oro. Me gustaba especialmente la primera canción, 'la del vals', que se iba acelerando cada vez más y parecía que iba a estallar al final.

Ahora que ya soy consciente de que el que cantaba aquello era Jacques Brel, que he escuchado buena parte de lo que grabó, y he comprendido la influencia que sus temas más dramáticos han tenido en artistas que admiro tanto como Scott Walker, me sigue apasionando 'la valse à mille temps': con sus cambios de ritmo y el puro placer de su melodía en forma de espiral.

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Vinieron como golondrinas, de William Maxwell

Lo más seguro es que sea una casualidad, pero dos de los libros que más me han gustado en los últimos tiempos (año y medio, para entendernos) han sido obras de autores cuya principal actividad no era la de escribir, sino la de editar lo que otros escribían. Fue el caso de Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, y lo es ahora de Vinieron como golondrinas, de William Maxwell, quien se ganó la vida revisando los textos de Salinger, Updike o Cheever para la revista The New Yorker.

Con un lenguaje sencillo y libre de florituras, Maxwell recrea un pasaje casi autobiográfico: la llegada de la 'gripe española' al Medio Oeste norteamericano al final de la primera guerra mundial y la forma en la que afecta a una familia de clase media.

Dos son los aspectos que más destacan del libro: uno de lenguaje y otro de estructura. El primero se refiere a la habilidad del autor para la descripción. Si el estilo es sencillo, la profundidad y precisión con la que habla de los objetos, de las habitaciones de la casa o los pensamientos y sueños de los protagonistas es extraordinaria. El lector se ve inmerso en un mundo que no conoce y en una forma de ver las cosas... que, en realidad, son tres.

Porque la historia de Vinieron como golondrinas está contada en tres partes, consecutivas en el tiempo pero narradas desde los ojos de distintos personajes. La novela gira en torno a Elisabeth, una madre de familia que es el centro de la vida y las preocupaciones de sus dos hijos varones y su esposo. La construcción narrativa es brillante y la manera en la que las piezas van encajando, un placer.

Cada uno de los libros/puntos de vista narrativos ayuda a comprender los otros, al tiempo que es matizado por contraposición. Lo único fijo y verdadero es el amor que los tres sienten por Elisabeth y la necesidad que tienen de ella.

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Helado de cerezas al albariño

Cherry and Albariño
Cargado originalmente por seretuaccidente

Dónde: Bajo Cero, justo al principio de la calle Bravo Murillo (Madrid)
Precio: 2,95€ por un cucurucho pequeño

Comentario: el primer sabor que viene a la cabeza al probar este helado es el de los chupa-chups Kojak. Una cereza bañada en caramelo y con un leve punto alcohólico (como un licor denso). Luego es cierto que aparece un segundo sabor que estaba oculto ante la potencia de la cereza. Lo que no está tan claro es que ese toque secundario corresponda al vino albariño. Es cierto que es un sabor secundario fresco (o más fresco y suave que el primario) y que tiene un toque frutal similar al de algunos blancos (no solo el albariño, sino también un chenin blanc, o un sauvignon blanc). Pero si me dijeran que es una mezcla de zumo de uva y melocotón también me lo creería.

Por lo que respecta a la consistencia, es cremoso y algo suelto. No por haber usado grasa (como ocurre en los helados tipo Häagen-Dazs, sino por tener un punto de frío justo para que no pierda la forma. Para entendernos, es como un sorbete un tanto endurecido.

El barquillo es correcto, sin más, y el conjunto un tanto dulzón y puede que demasiado potente, aunque sabroso.

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On the rocks Festival

Pepa Arán es una niña de nueve años y On the rocks el nombre del programa de radio (y podcast) que presenta. Allí se puede encontrar música independiente española, gallega y de donde cuadre. Si en su anterior entrega Pepa analizaba el giro pop de Sr Chinarro, en la última entrevista a Fran Fernández, de La Costa Brava. Y el próximo viernes se celebra en su pueblo (Carballo, A Coruña) un pequeño festival para homenajear a una de las locutoras más jóvenes del país. Entre los grupos que tocarán se encuentran los compostelanos The homens, de los que un día dijo “visten como cebras y no es que me guste mucho su ropa, pero sí cómo tocan”.

En fin, enhorabuena a Pepa por seguir en la brecha y animar a todo el mundo a pasarse por su fiesta y (esto es más fácil) visitar On the rocks para disfrutar de su programa.

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Por fin

En Nueva York, Dallas. Los Angeles y otras grandes ciudades de EEUU las mujeres jóvenes ya ganan tanto o más que los hombres.

Noticia en The New York Times

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Mes y medio después

Echo de menos:
- Trabajar en inglés
- Los viajes
- La máquina de café (aún más la de Munich)
- Poder arreglarlo yo todo (es un vicio que me tengo que quitar)

Agradezco:
- No tener que arreglarlo yo todo
- Llegar en menos de 15 minutos de paseo
- No recibir 80 correos al día (y responder unos 40)
- Sentir la vida de una redacción

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