2008/09/29

Hanoi 3: De luz y de colooooooor

Después de desayunar en uno de los cafés parisinos de Hanoi me doy una vuelta por el centro de la ciudad. Vuelvo a la agencia oficial de Vietnam Airlines, donde siguen sin darme el número del ticket electrónico. Esta vez la chica se pasa media hora haciendo llamadas sin parar (cuánto pagarán de teléfono?) y me dice que por la tarde ya estará, que me vuelva a pasar a las cinco.

Respiro hondo, procuro no agobiarme y visito el mercado de la parte norte del barrio antiguo, Dong Xuan. Los alrededores ya están repletos de puestos de verduras, comida desecada, cacharros de cocina y ropa interior. Dentro hay un piso lleno de telas y pantalones (casi todos para chica) y en la planta de abajo un poco de todo. Visito luego el barrio francés, que tiene calles más amplias pero resulta algo más soso y descubro un centro comercial (muy baratos los portátiles, por cierto) en una esquina del lago Hoan Kiem.

Es el día en el que había reservado (en realidad para comer no hace falta, cuando está lleno es a la hora de cenar) en el restaurante de Bobby Chinn, un chef famosillo en la TV asiática que fusiona la comida local con la occidental. En realidad lo que veo y pruebo es comida occidental con un ligero toque oriental. He de decir que estaba muy bueno, pero ni especialmente original ni con una gran elaboración. Mi plato principal fue un salmón a la piedra con puré de patatas al wasabi, unas verduritas al vapor y una especie de caramelo líquido con gengibre. Y era uno de los tres platos caros y que la carta vendía como `signature dishes` (platos de firma).

Como una película
Luego me sucedió algo que aún no me acabo de creer. Salí de hacer una llamada internacional desde la oficina de correos (son más baratas) cuando tras cruzar uno de los pasos de cebra más peligrosos que he visto estos días en Hanoi me doy cuenta de que ya no llevo mi bolsa bandolera. De primeras no sé si me la he dejado en la oficina de correos (vuelvo y no está) o si me la habrán birlado cuando un chico se puso a hablar conmigo en medio del paso de cebra. Me vuelvo al hotel (que está del otro lado del lago) y me dicen que una denuncia en la policía solo me servirá a efectos del seguro de la cámara de fotos. Como ya tiene más de un año desisto.

Vuelvo a salir al lago y me dirijo hacia la zona antigua para reclamar mi billete electrónico cuando un hombre en moto se para frente a mí para darme mi bolsa. Me explica con signos que me la habían birlado un par de renacuajos mientras el otro chico me hablaba en el cruce y que había estado dando vueltas al lago para ver si me encontraba. Le doy las gracias con los ojos como platos y le pido que acepte una recompensa que el tipo rechaza. Vuelvo al hotel para contarlo y tampoco se lo creen.

Ya con mi bandolera bien cruzada (y agarrada con fuerza contra el cuerpo) y tras otros 15 minutos de llamadas (sigo sin saber qué pasaba) consigo mi billete electrónico. Para relajarme me doy otro masaje (las dependientas me toman por francés y se sorprenden cuando les digo que en España la gente no habla inglés con tanta naturalidad como el español.

Después tomo algo por la calle (que nadie me pregunte lo que era) y doy un paseo por un mercadillo nocturno en el que se compra ropa, todo tipo de chuminadas para customizar el móvil, adornos varios y peladores de verdura mágicos que tienen en vilo a las marujas del lugar.

Cierro el día con un coctail en el Minh Jazz Club (el club del músico de jazz más famoso del país, lleno de fotos suyas con músicos estadounidenses), donde un grupo local interpreta de forma más que correcta varios clásicos del be-bop.

19340 pasos recorridos.

Xx