2006/07/09

Fabio Cannavaro

No se movía. El tipo ni se inmutaba. Estaba justo al otro lado de la línea de medio campo, quieto. Ni con el primer gol de Pirlo, ni con el fallo de Trezeguet. Todos saltaban como locos menos él, que seguía con los brazos cruzados. Hasta que Grosso metió el 5-3 y todo se acabó. Dejó a un lado sus nervios de acero y se lanzó con los demás. Después esperó a que todos hubieran recibido sus medallas, cogió la suya medio de tapadillo y subió con la copa a lo más alto. El capitán.

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