En pocas palabras
Me veo incapaz de hablar de todos estos discos como merecen, así que abrevio.
Alegato meridional, de Grupo de expertos solynieve. Mas relajado y suelto que en Los planetas, J se reúne con unos cuantos amigos, coge la guitarra, exagera un poco el acento andalú y protagoniza un trabajo tan bien hecho y agradable que se podría quedar para siempre en mi playlist.
Tulenkantaja, de Uusitalo. Cambiando de coordenadas. Es la fría finlandia y Vladislav Delay se pone a jugar con el deep house, sin tirar por el baile descarado ni por la experimentación ambiental. Impecable
Paper tigers, de Luomo. Otro disco de Delay. En esta ocasión lo pone más difícil que con Uusitalo y que con su anterior disco (the present lover) como Luomo. Las voces son utilizadas (y cortadas y manipuladas entre silencios) como cualquier otro sonido que saliera de su ordenador. Este me intriga.
Meek Warrior, de Akron/Family. Nadie va a negar que son algo 'raritos', pero emocionan como nadie con una balada country y han aprendido a integrar sus ruidos y sus desarrollos jazzisticos en un fantástico discurso de música norteamericana de raíces. Su mejor disco.
Boddy Riddle, de Clark. Se parece a Boards of Canada, AFX, Four Tet y Prefuse 73. Todo a la vez. Lo hace muy bien, pero está escribiendo con palabras de otros. Por momentos se escapa de los modelos, o los funde, abriendo la puerta a un estilo propio. Al final no sabes muy bien si disfrutarlo por lo buenos que son sus temas o criticarlo por copión.
Jarvis, de Jarvis Cocker. Sigue la línea iniciada en el This is hardcore de Pulp en cuanto a cierta gravedad, pero es mucho más rock y directo. Le hacía falta tomar aire y el resultado es notable. Ahora tiene que ir a por el sobresaliente.
Blood Mountain, de Mastodon. Death metal. Pero del bueno, ¿eh? Qué quiere decir esto? Pues que se escapa de los tópicos del género y, por momentos, busca más el ritmo (en la batería, en el riff) que apabullar. Aunque esto último también lo saben hacer.
The crane wife, de The Decemberists. Estamos ante un grupo fuera de lo normal. Uno de los pocos capaces de hacer bien absolutamente todo lo que publican. Aquí vuelven a acertar al mezclar pop y el toque narrativo que destaca a todo buen cantautor. Impecables.
The audience's listening, de Cut Chemist. El mago de los platos. Amigo de DJ Shadow y hombre detrás de los raperos Jurassic 5, Chemist entrega un curioso y disfrutable trabajo con algunas colaboraciones vocales, bases funk y mucho sentido del humor, en el que todo parece una sesión más que una colección de temas.
Fading trails, de Magnolia Electric Co. Vuelve Jason Molina. Un poco menos rockero y tan triste como de costumbre. Para los amantes del country-rock menos azucarado de los años 70. Yo levanto la mano el primero.
Post War, de M.Ward. Matt Ward hace dos tipos de discos: buenos y buenísimos. Su último trabajo entra en la segunda categoría, aún sin alcanzar aquella maravilla que era The transfiguration of Vincent. Un sonido que parece venir del pasado y una voz que suena creíble sin necesidad de imponerte nada. Delicioso.
So this is goodbye, de Junior Boys. Parece que nada hubiera cambiado desde su debut, pero no es así. La marcha de Johnny Dark se traduce en una cierta simplificación de las bases y los fondos y unas líneas vocales que tienden más a los años 80 y escapan de su contención para mostrarse más sensuales. Bien porque dejan de ser tan fríos y mal porque pierden parte de su misterio.
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