2006/11/27

La Reina (y el primer ministro), de Stephen Frears



Juguete completo, juguete Comansi. No solo es una buena película. No solo es entretenida. No solo cuenta una historia absolutamente fantástica. La Reina tiene además el tremendo mérito de hablar de personajes que todos conocemos y distanciarse lo suficiente para presentar una ficción dramática en la que cada uno de los espectadores llena los silencios y los huecos con su propia opinión.

Por partes
Sin ser un prodigio de inventiva visual ni romper ningún molde con su fusión de imágenes documentales de Ladi Di con la narración de la película, la dirección visual de Stephen Frears es realmente notable. Sabe estar sin estar y caracteriza a los personajes sin abusar demasiado de los subrayados. Además su dirección de actores es ejemplar, representando dos mundos casi opuestos, cada uno imbuido en sus costumbres y códigos: palitos de merluza para los Blair y te con pastas para Isabel de Inglaterra.

El guión es ágil e inteligente. Busca la emoción en la memoria del espectador mientras desarrolla los movimientos de los protagonistas (La Reina, Blair y el binomio formado por el pueblo inglés y la prensa) de forma menos obvia de lo que parece.

Los actores
están más que correctos. Tanto los que parecen calcos de los personajes reales (Helen Mirren) como los que representan a personajes también conocidos (Tony Blair, el príncipe Carlos, Alastair Campbell o el príncipe consorte Philip) resultan creíbles y ajustados a la narración. Solo me falla Cherie Blair, demasiado esquemática y plana. En el caso del primer ministro británico el maquillaje puede estar algo exagerado, pero las frases y su humor son perfectos. Me encanta una escena en la que negocia al teléfono con la Reina mientras lleva una camiseta del Newcastle con el número 10 y su nombre (Blair) en la espalda.

Las historias, la real y la Real, son ambas fantásticas. Dramatizar hechos tan recientes requiere un valor tremendo, e imaginar lo que ocurría detrás de aquellas imágenes televisivas del Palacio de Buckingham es una labor tan apasionante como llena de peligros. Dejando a un lado ciertos errores (la escena del ciervo, demasiado obvia. Sea cierta o no), los responsables de la película cumplen con nota: han elaborado una historia creíble y que funciona narrativamente. Chapó.

Xx