Agujero negro, de Charles Burns
El instituto es una época extraña: divertida pero difícil. Hay una continua sensación de cambio, tanto físico como intelectual y emocional. Muchas veces uno se siente como un ser extraño; ahora social, ahora antisocial. Charles Burns, uno de los dibujantes y guionistas de cómic más importantes de los últimos años, ha reinterpretado esos miedos en 'Agujero negro' (La cúpula, 1999-2005), la principal de sus obras y que le ha valido 6 premios Harvey (además de múltiples nominaciones) por sus portadas y el impactante entintado en blanco y negro.
El presupuesto formal es el siguiente: una serie de jóvenes adolescentes comienzan a sufrir mutaciones, de supuesto origen extraterrestre. Poco a poco son dejados de lado por sus compañeros. Incluso les cuesta aceptar sus cambios y juntarse con los demás 'mutantes' (los grados de mutación/diferenciación son muy distintos). En sus sueños tratan de buscar una razón, un asidero a su falta de identidad: mudan su piel, fantasean sobre el origen de 'eso' que les vuelve distintos... pero lo único que pueden hacer es sentirse solos.
El argumento anterior podría ser puesto en práctica como una comedia extraña, o como un film barato en el que los protagonistas son abducidos por un virus alienígena. Y algo tiene 'Black Hole' de Serie B. Sin embargo, lo que prima es la angustia vital de unos personajes que buscan comprensión en un mundo más extraño que sus propias mutaciones.
Los 6 años que se ha tardado en publicar la obra completa (12 capítulos) puede haber diluido algo su impacto, pero leido de un tirón, supone una obra impresionante. Tan perfecta e implacable en su exposición como inquietante.
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