Maria Taylor / Fiona Apple
Dos caras de la moneda pop: el intimismo (ahora acústico, ahora electrónico) de Maria Taylor y el 'saber hacer' más clásico de Fiona Apple, heredera de una tradición en la que se adivina a Carole King, Nilsson o Billy Joel.
Como si de una Alicia Keys blanca se tratara, Fiona Apple despliega recursos mil veces utilizados para volver a formular ese jazz-pop trotón con el piano como protagonista que tanto gusta en los EE.UU. La leyenda dice que el disco ha estado casi un año en un cajón por la negativa de su sello (Epic) a publicarlo. La causa: era demasiado poco comercial. Así que entre la compañía y la cantante deshecharon el material que se había grabado con el productor Jon Brion (supuestamente demasiado complejo, abstracto y alejado de los gustos del público) y decidieron darle una nueva oportunidad a las canciones con el apoyo de Mike Elizondo (Eminem, 50 Cent, Sheryl Crow). Vamos, lo contrario de lo que hicieron Wilco con Yankee Hotel Foxtrot.
El resultado es bueno (no he escuchado las tomas grabadas por Brion), pero es cierto que no aporta gran cosa más allá del buen hacer de Fiona Apple como compositora e intérprete. Una especie de pop-rock mayormente acústico, sólido y melódico en el que destaca su voz rasposa.
Más 'personal', íntimo y desestructurado, 11:11, el primer disco en solitario de Maria Taylor (mitad del duo Azure Ray) es una especie de diario o cuarderno de notas musical, en el que entremezcla el folk con las guitarras brumosas (no llegan a hacer ruido) y algunos fondos electrónicos. A veces suena sincera y mágica y otras un tanto superficial. En resumen, tiene lo bueno y malo de los discos irregulares: algunas veces parece que a la canción se la lleva el viento, pero otras ('Leap year' 'One for the shareholder', 'Two of those too') Taylor da en la diana y emociona.
Xx
Pues todo esto le ocurrió a Sixto Rodríguez. Por un azar del todo inexplicable, su primer disco,
A partir de ahí, el escritor portugués lanza su ingenio a cabalgar desbocado, armando una inteligente fantasía que parte de la premisa de un país, solo uno, en el que la muerte decide no volver a llevarse la vida de ninguno de sus habitantes. Esto obliga a reaccionar a las fuerzas vivas de tal estado: Gobierno, Iglesia, los distintos gremios de empresarios afectados (hospitales, geriátricos, enterradores...) y hasta a la mafia. Los ciudadanos tratan de mil y una maneras de desembarazarse de los familiares que se encuentran en estado terminal pero no mueren, nacen conflictos con países limítrofes y el primer ministro se verá obligado a tomar decisiones drásticas.
La acción gira en torno a un joven ex-jugador de tenis, Chris Wilton, que entra en contacto con una familia de la alta sociedad londinense. Chris enamora a la hija de un importante hombre de negocios y pierde el sentido, a su vez, por Nora, la magnética novia americana de su futuro cuñado. Las pequeñas renuncias que va realizando para medrar socialmente y las grandes mentiras con las que construye su relación con Nora van modificando la personalidad (¿la tiene o se deja llevar?) del protagonista.
Un círculo, dos puntos y una raya horizontal. Así de simple es el trazo de la cara de Charlie Brown, el protagonista principal de la tira cómica
Ahora Franzen recupera sus recuerdos de lector de Snoopy y la entremezcla con la historia personal de Charles M. Schulz y sus personajes en un ensayo/reflexión titulado
Sin embargo, de entre todos los niños con los que identificarse en las páginas de
Lo que escuchaba era
David B. Uno de los máximos exponentes del nuevo cómic francés y poseedor de un poderosísimo estilo gráfico (del que ha bebido de una forma bastante descarada Marjane Satrapi), cuenta en esta narración autobiográfica de seis tomos (los cuatro primeros han sido editados en España por Sins Entido) la historia de su familia. Más en concreto cómo la enfermedad (epilepsia) de su hermano marca el final de su infancia y su juventud, cómo descompone y recompone (para volver a descomponer) a su familia y cómo la ciencia, la fantasía y el ¿espíritu? luchan por hacer comprensible el gran mal que les atenaza como conjunto y a cada uno de ellos por separado.



No todo en la vida puede ser triste, crudo y agobiante. Pero si en algún momento alguien se siente así, se recomienda tomar una buena dosis de 
No sé a quién demonios me recordaba Devendra. Llevaba puesta una chaqueta cruzada bien ajustada (dijo un par de veces que hacía frío allí), debajo una camisa blanca con los puños abrochados con gemelos (tardó poco en quitarlos), un gran anillo y una enorme pulsera. El pelo tan largo (incluso para un hippy) que difícilmente se le veia la cara (maquilladísima) y los bigotes apuntando hacia arriba, un auténtico 
Ellen Johnson-Sirleaf. No deja de resultar simbólico que el que fue el primer país en independizarse en todo el continente africano sea también el primero en tener a una mujer como jefe de Estado.
Un poquillo de locura siempre viene bien. En un disco puede marcar la diferencia entre lo bien hecho y lo que te apetece volver y volver a escuchar. La duda puede entrar cuando, como es el caso de
Comienzo aclarando que no suelo hacer mucho caso a los libros o películas que tratan el tema de la Guerra Civil española. Las más de las veces siento que se limitan a dar lecciones de historia sin historia, como un mal libro de texto que se empeña en demostrar lo crueles que fueron unos y lo mucho que sufrieron otros. O incluso al revés. Me da igual.
Elegante, cálido, maduro, sabio, goloso, embriagador, hermoso... todos son adjetivos que le calzan bien a 






