2005/11/16

Más discos (5)

We are monster, de Isolée. Definitivamente para escuchar. En casa o en un club. Para sentir en la cabeza más que en los pies. El segundo disco de Isolèe ahonda en el camino de la electrónica minimal (lo micro, y no lo macro) en un hermoso y misterioso ejercicio con capacidad para emocionar pese a su naturaleza sintética. Recuerda a Andrew Weatherall (Sabres of paradise, Two lone swordsmen, productor de Screamadelica...) en el gusto por las texturas, y a Mr. Fingers en la sabiduría a la hora de trabajar con los mínimos elementos. El alemán Rajko Mueller no solo es el más listo de la clase. También es el más sensible y el más hábil.


Lookaftering, de Vashti Bunyan. Hace unos meses comenté la reedición de Another Diamond Day, el primer y (por aquel entonces) único disco publicado por la misteriosa Vashti Bunyan. 35 años después de aquel clásico que gusta más a cada escucha (y tras grabar el interesante EP Prospect Hummer con los chiflados de Animal Collective), llega un segundo trabajo. A primera escucha la sensación es que podían haber pasado solo 6 meses entre ellos. Sigue estando esa voz susurrante y aguda, el aroma campestre y la sensación de que un 'atchús' en medio de la grabación la hubiera hecho añicos, de tan frágil que resulta. Una escucha más profunda muestra una voz más controlada y pareciera que la luz que baña bosques y valles fuera de atardecer, cuando la otra vez era plena mañana.


Veracruz. Va una canción y luego otra y luego otra y luego otra y así sin dar respiro. Veracruz tienen actitud punk y propuesta sonora contundente. Un poco de Sonic Youth y un mucho de post-punk. Ni tratan de inventar ni de reescribir. Solo hacen la música que les sale, como una explosión de energía, soltándolo todo. Más claros y centrados que en el EP de debut prometen, aún no los he visto nunca, mucha intensidad en directo.


Silver Jews: Tanglewood numbers. Vuelve David Berman, uno de esos perdedores vocacionales que luego no hacen las cosas nada mal. Sigue enamorando por su intuición y la honestidad con la que suena una voz que no duraría ni dos programas en Operación Triunfo. Un toquecito de rock, algo de pop y lo que sobra lo rellenamos con folk y country no cancerígeno. La mayor diferencia con los anteriores discos la encontramos en el mayor énfasis puesto en la música, que antes era simplemente el fondo que acompañaba a sus poemas de realismo sucio. Notable alto.