De entre todos los niños, eligió ser el perro
Un círculo, dos puntos y una raya horizontal. Así de simple es el trazo de la cara de Charlie Brown, el protagonista principal de la tira cómica Peanuts, de Schulz. Es fácil identificarse con sus historias. Sin embargo, la mayoría de la gente no se acuerda tanto de él como de su perro Snoopy.
Como bien había explicado el dibujante y teórico de los cómics Scott McCloud en el divertidísimo e imprescindible Entender el cómic, el arte invisible (recientemente reeditado por Astiberri), cuanto más simple e icónico es el dibujo de un personaje, más fácilmente nos identificamos con él y lo que dice. Cuantos menos rasgos distintivos tenga, más fácilmente podrás sentir que ese eres tú, que esos textos salen de ti.
Durante su juventud, el escritor norteamericano Jonathan Franzen (Las correcciones) se enamoró locamente de las tiras cómicas de Snoopy. La galería de personajes, la franqueza con la que expresaban miedos y mostraban sus fallos de una forma no trágica y su sencillez se convirtieron para él en una especie de libro de texto en el que aprender de la vida. También en un mundo paralelo en el que verse reflejado.
Ahora Franzen recupera sus recuerdos de lector de Snoopy y la entremezcla con la historia personal de Charles M. Schulz y sus personajes en un ensayo/reflexión titulado Zona Templada: un librillo de 45 páginas reales, más el típico prólogo (de Gustavo Martín Garzo) típicamente exagerado (hasta menciona al Quijote!) y la reproducción tres de las historietas que cita. Lo edita Seix Barral, y es uno de esos libros que parece que no vale la pena comprarse (relación hojas/precio) pero que no deja de ser interesante y cuco.
La excusa/punto de partida es el estricto ambiente familiar que se vivía en su casa cuando él tenía 10 años. Uno de sus hermanos rompe con la disciplina familiar y se escapa de casa. El pequeño Jonathan (el autor) se refugia en el mundo de las tiras cómicas, especialmente en la protagonizada por Charlie Brown y sus amigos.
Sin embargo, de entre todos los niños con los que identificarse en las páginas de Peanuts, Franzen (igual que todos, igual que el propio Schulz) elige a Snoopy. Porque pese a comprender la rabia y los miedos de Charlie Brown o la inseguridad de Linus Van Pelt, se da cuenta de que Snoopy es distinto, único (es un perro, mientras el resto son niños, aunque acaba teniendo una mascota propia). Y a todo el mundo le gusta sentirse así: especial y por encima de todas esas flaquezas tan humanas.
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