2005/12/12

Enrique Morente sueña la Alhambra

Que nadie se asuste por leer por ahí (o por aquí) que los discos de Enrique Morente son exigentes o que no son fáciles. Es cierto que requieren un cierto esfuerzo del oyente, pero más por novedosos o distintos que por un exceso de intelectualismo o que Morente juegue a ser más raro que nadie.

Si se escucha (que es como se debe) con tiempo y sin presiones, Morente sueña la Alhambra es un conjunto espectacular de cuadros flamencos medio pintados, medio soñados. Hermoso hasta decir basta, las colaboraciones de Pat Metheny o su hija Estrella se suman al misterio que encierra siempre la voz del cantaor, que no entiende de estilos o reglas y vuela libre por el cielo de Granada, dejándose embriagar por la Alhambra y el Albaicín.

Cada tema tiene su encanto, su momento: el ritmo construido con voces (como el Tom Waits de Real Gone o la Björk del Medúlla) de 'Martinete', el aire andalusí de 'cristalina fuente', el medio bolero de 'Chiquilín de Bachín' o la pureza flamenca de 'soleá de la ciencia'... las primeras veces que escuché el disco me sorprendió su perfección. A partir de la tercera no me he vuelto a fijar en técnica o detalles. Solo escucho, abobado.

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