2005/02/16

La casa de las bellas durmientes

La edición el pasado otoño de 'Memorias de mis putas tristes', de Gabriel García Márquez tuvo dos efectos.

Uno fue el directo: el aplauso de buena parte de la crítica y un trillón de copias vendidas. En España se vendieron 225.000 ejemplares en solo una semana.

El otro fue indirecto: la reedición por parte de la editorial Caralt de 'La casa de las bellas durmientes', de Yasunari Kawabata. García Márquez se basó en esta obra para el argumento de su libro.

Kawabata es probablemente el nombre más importante de la literatura japonesa del S.XX. Ganador del Nobel en 1968 y maestro de Yukio Mishima, se quitó la vida en 1970 sin dejar ninguna nota.

La casa de las bellas durmientes es sobrecogedora. Narra la historia de una residencia al que recurren los ancianos para dormir con jóvenes vírgenes narcotizadas. Ellas están vivas, pero no reaccionan a los actos de los hombres que duermen con ellas, se comportan como si estuvieran muertas, sumidas en un sueño del que nunca van a escapar.

Eguchi es un hombre de 67 años que se atreve, por fin, a visitar esa casa de la que tanto había oido hablar. En sus noches con las bellas durmientes se cuestiona su paso a la vejez, la razón de ser que aquellas jóvenes y recuerda diversos momentos de su vida.

La novela deja el regusto de un aliento cálido pero agobiante. Las descripciones de la habitación, la angustia feliz del protagonista y el hecho de transcurrir prácticamente en una única habitación provocan una sensación de humedad y opresión, pero salpicada de sensualidad.

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