2008/01/27

Brasil: día 12

Desayuno en el jardín (tenía razón el tipo del hotel de Salvador cuando me dijo que querría quedarme más de un día en Morro de Sao Paulo) y otra vez a hacer de tripas corazón para no marearme en el barco para Bahía en el lujoso catamarán 'Brisa biónica II'.

En la ciudad aprovecho el buffet de platos típicos bahianos de la escuela de hostelería para comprobar que están buenos pero son básicamente todos iguales: pescado guisado en salsa de coco y aceite de palma. Mi estómago protesta sólo por recordarlo.

Como no sólo del Pelourinho vive el bahiano no turista dedico el resto de la tarde a conocer otros dos barrios. El primero (y más bonito) es Santo Antonio, una prolongación del Pelourinho más tranquila y con unas casas preciosas.

Luego pillo el bus (uno de los problemas de Salvador es lo extranho de la forma de la ciudad, que no tiene un centro físico, sino que se extiende a lo largo de una inmensa costa) y casi una hora después estoy en Rio Vermelho, conocido por su movimiento nocturno y contener la plaza en la que están las dos venderoras más famosas de acarajé: una especie de bunhuelo de masa de frijol que se fríe en el inevitable aceite de palma, luego se abre con un cuchillo y se rellena con una salsa espesa, algún tipo de 'ensalada' también guisada, salsa picante y (opcional) camarones con su cáscara y todo. De cara a las guías de turismo la gran vencedora de esta lucha entre bahianas es Dinha, pero yo tomé el de su rival, Regina, y estaba bastante más rico que uno que había tomado en el Pelourinho un par de días antes.

No mucho más, excepto que desde el bus me fijo en varios 'graffitis' hechos con mosaicos en vez de con pintura.

Cierro el día (como casi siempre) con un riquísimo sorbete de la heladería que hay en el ascensor que separa la parte alta y la baja de la ciudad. Hoy toca trigo verde.

Xx