Brasil: día 9
Adiós a Río. Los mosquitos (atacan al anochecer y al amanecer) hacen que me de un poco menos de pena. También llueve. Me despido del paisano de Negreira y voy al aeropuerto, dónde choco con un majísimo Gilberto Gil, que iba para Brasilia de vuelta de vacaciones de verano.
Como a la ida era de noche y hoy sigue lloviendo no puedo disfrutar de Río desde el aire, pero la llegada a Salvador también es hermosa, viendo toda la bahía.
Cuando vamos entrando en la ciudad el taxista me dice "Vas a estar en el Pelourinho (el barrio antiguo de Salvador), no?". Le respondo que sí y me pasea por cinco o seis callejuelas cerca de mi hotel por las que me advierte que es mejor que no pase, especialmente de noche. No deja de ser llamativo que a escasos 500 metros de una zona plenamente turística te puedas encontrar hasta 5 personas durmiendo en la acera y que un par de familias se han construido su casa-gruta al borde de la carretera en una calzada elevada.
La habitación de Salvador es más grande y limpia que la de Río. A cambio sólo tengo una mini-toalla y ni siquiera sirven pastillas de jabón para lavarse.
El Pelourinho está en lo que se llama ciudad alta, separada de la baja por un gigantesco ascensor o un complicado y rompepiernas conjunto de rampas. Me doy una vuelta por el barrio y acabo bajando al barrio bajo por unas calles llenas de edificios derruidos o que sólo conservan la fachada. Seguro que el taxista me hubiera dicho que tampoco pasara por aquí.
A las 18:00 me paso por la Igreja de Nossa Senhora do Rosário dos Homens Pretos, construida por esclavos y finalizada por la hermandad de hombres negros. Se trata de una iglesia en la que se conjuga el rito católico y el candomblé, que es el culto afro-brasileiro de los orixas. Durante toda la misa se realizan cánticos de origen africano, acompanhados de los instrumentos típicos de la música de capoeira, y el sermón lo da en primer lugar un ´cura´ más centrado en las creencias locales y la comunión con la naturaleza y luego otro más ortodoxo que incluso ejecuta algún cántico en latín.
La parte musical, con toda la iglesia siguiendo las canciones con las manos en alto fue sencillamente espectacular. Pasé casi una hora con los pelos erizados. Me gustó también el tinte social de la ceremonia, con menciones al Foro Social Mundial y la importancia de votar en las próximas elecciones locales. También salió a hablar el obispo de Sao Paulo, que estaba de visita en la que es su tierra de origen. Simplemente salió a dar las gracias, hizo un chiste sobre el hecho de que un negro fuera a ser el responsable de las iglesias católicas del sur blanco y defendió a capa y espada el rito mixto que se lleva a cabo en Salvador en contraposición al rito tradicional europeo.
Para rematar un día lleno de ritmos de origen africano fui al ensayo para el carnaval de Olodum, el grupo de percusionistas que salía en aquel famoso vídeo de Michael Jackson. Fue en una especie de plaza-local de ensayo que tienen. Primero salió un grupo formado por chavales jóvenes, que mezclaban los ritmos afro-brasileiros con pop, rock y hip hop. Sudé como un condenado. Luego salió una representación de los mayores y la cosa aún se disparó más. Durante las dos actuaciones, en un lateral varios de los bailarines de la formación hacían las coreografías, invitando a los asistentes a unirse. Una senhora fiesta, vamos.
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