Brasil: día 14
Después de sufrir la última noche los efectos de una insolación (mareos, dolor de cabeza, estómago confuso...) preparo la maleta y bajo a despedirme de los tipos que llevan el hotel. Con uno de ellos tenía una sospecha y la respuesta resultó ser positiva: también era gallego. En realidad había nacido en Brasil (su padre tuvo que emigrar, amenazado de muerte por haber ayudado a los 'rojos' durante la Guerra Civil), pero de los 4 a los 19 vivió en un pueblo cerca de Pontevedra. Hasta que la falta de trabajo le hizo volver a Salvador.
Además de ilustrarme sobre toda su vida, contarme lo orgulloso que está de sus hijos (uno trabaja en la fiscalía general, en Brasilia) y que casi todos los años vuelve a España, me sorprendieron las críticas que hizo a la población negra (un 70%, contando sólo los de origen africano, no los indígenas) de la ciudad. Reconocía que la mayoría de los problemas de pobreza e integración eran debidos a que en el momento en el que se concedió la libertad a los esclavos no se les otorgaron todos los derechos civiles, pero el tipo aseguraba que estaban imponiendo la cultura africana por encima de la bahiana y que se escudaban en los grupos de derechos humanos para operar al margen de la ley. Su mayor queja (es algo que me había llamado la atención en la calle) era que estaban imponiendo la moda y la música reggae, que no tenía nada que ver con la ciudad.
Un rato después, un taxista (negro, todos lo son) me llevó al aeropuerto. Aprovecho una canción de Jimmy Cliff en la radio para preguntarle por el tema del reggae: cómo es que en una tierra con tantos ritmos propios ahora en los bares se escucha este tipo de música? El tipo me miró sorprendido y me dijo "Es que esta música viene de África, como nosotros". Fue tan rotundo que lo acepté como verdad verdadera mientras por la ventana veía más y más favelas rodeando las zonas de hoteles y playas. Difícil equilibrio.
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