2005/03/30

De los libros largos y los libros cortos

Hace cosa de siete meses volví a leer libros.

No quiero decir con esto que antes fuera un iletrado que solo se alimentaba de música, cuadros y películas (bueno, un poco sí), pero mis lecturas se reducían a cómics, revistas y artículos periodísticos.

Entonces me enfrenté nuevamente a un libro, y recuperé la pasión por relatos, teatro, poesía y novela, hasta el punto de absorver por completo mi tiempo libre.

Pero algo quedó de mi anterior etapa: una querencia por el flash, por el texto breve y autoconclusivo. En resumen: soy incapaz de leer algo de más de 300 páginas. Ni me planteo iniciar la lectura.

Y eso me mata, porque tengo unas ganas enormes de leer, por ejemplo, a Roberto Bolaño. Sin embargo las 609 páginas de 'Los detectives salvajes' me intimidan. Y eso por no hablar de las 1125 de '2666'. Es más de lo que puedo afrontar.

Cada día me siento avergonzado cuando miro a mi estantería y veo el ejemplar a medio leer de 'Las correcciones' (736 páginas), de Jonathan Franzen.

En dos conversaciones recientes con un compañero del trabajo y mi persona favorita, he descubierto que ellos tienen problemas similares. Todos acabamos recurriendo al cuentro y los relatos. ¿Problema nuestro? ¿Signo de los tiempos? ¿Hace falta ser funcionario, estudiante o desempleado para vérselas con los 'Versos satánicos' de Rushdie (680 páginas), 'La montaña mágica' de Thomas Mann (936 páginas) o el 'Guerra y paz' de Tolstoi (1776 páginas)?

Me asusta incluso el tamaño de 'Soy Charlotte Simmons', de Tom Wolfe (897 páginas), y eso que soy consciente de que el tipo de letra es enorme y debe leerse en un santiamén. Supongo que, a veces, el problema es también de formato, de lo manejable que resulta el libro-objeto cuando Metro y Cercanías son los espacios de lectura de hoy.

Xx