Tenía los zapatos gastados
Esta tarde, cuando iba en el cercanías vi cómo entraba en el vagón un hombre ciego, de unos 50 años, con su perro guía. Se acercó a una de las puertas y una mujer le cedió el asiento. Entonces me fijé en que llevaba los zapatos gastados. Casi diría que sucios.
Me llamó la atención, porque los familiares y amigos y, en general, gente que cuida o atiende a personas con cualquier tipo de discapacidad (física o psíquica), especialmente a los ciegos y deficientes mentales, tienden a vestirlos de una forma pulcra e impecable, exagerádamente arreglados, en exceso formales. 'Parece un pincel', que diría alguien.
Sin embargo, este hombre iba normal. Arreglado, pero natural. Se podía adivinar que era él mismo el que se vestía y quien elige qué cómo y dónde hacer las cosas. Que vive a su manera y nadie está pendiente de sobreprotegerlo. Me alegré muchísimo. Aunque igual solo fuera una impresión mía.
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