Más discos (2)
A River Ain't Too Much to Love, de Smog. A veces Bill Callahan sube un poquillo el ritmo, otras arrastra más la voz. Pero el hombre conocido como Smog acaba haciendo siempre discos similares, que no iguales o repetidos. Cada uno de sus trabajos son como un capítulo de la misma novela (sonora y literaria). Cálido, sabio y emocionante, Callahan vuelve a triunfar con la mayor naturalidad. Es uno de los grandes cantautores (o trovadores o como se quiera decir) de los últimos diez años. Y siempre acierta.
Anniemal, de Annie. Publicado el año pasado por la independiente 679, parece que ha sido en 2005 cuando el disco (merced a las buenas críticas) ha comenzado a sonar y disfrutar de una mayor difusión. El techno-pop ochentero de Annie busca y encuentra el hit perfecto. En su caso, los mejores resultados responden a los títulos de 'Heartbeat' y 'Chewing gum'. Pero, a diferencia de otros discos construidos para divas pop (como el Fever de Kylie Minogue), aquí todos los temas valen la pena.
Chavez Ravine, de Ry Cooder. Extraordinario disco firmado en solitario por Cooder. Se trata de un trabajo que gira en torno a uno de los barrios chicanos de Los Angeles, Chavez Ravine. Siguiendo el concepto de disco plural que empleó como productor en Buena Vista Social Club, todo vuelve a sobresalir, como los elementos de una buena película. Desde la calidez de '3rd base, dodger stadium' al latin blues de '3 cool cats'. A esto se le llama madurez.
Picaresque, de The Decemberists. El pop como escenario de teatro. Trajes de época y narraciones con aroma a barco pirata y literatura. Estos son los elementos con los que el grupo monta su tercer disco, que suma y sigue los aciertos de sus antecesores. The Decemberists entregan crescendos de guitarra, piano y cuerdas al trote para acompañar a una de las voces más entregadas de la música estadounidense actual, la de Colin Meloy. Encantadores, e incluso arrebatadores.
|